Ha cumplido 440 años, pero sigue fresca y lozana como el primer día. Es un símbolo de la ciudad porque durante cuatro siglos y medio ha tocado las alegrías y las penas de los habitantes de Pamplona. Es la Campana María, la campana mayor de la Catedral, que desde su torre norte suena en las ocasiones más especiales.
Fue fundida en 1584 y desde entonces ha sido testigo de numerosos acontecimientos históricos. Se le considera un tesoro patrimonial de la ciudad y aunque con el paso de los años el bandeo de las campanas haya venido a menos, prácticamente hasta desaparecer, son muchas las generaciones de pamploneses que reconocen su tañido hondo y grave.
Resulta curioso que tuviera que instalarse en la torre de la catedral antes de terminar las obras. Con sus dos metros y medio de diámetro y sus doce toneladas de peso, tuvo que ser un auténtico espectáculo ver cómo la subieron hasta arriba. Las crónicas de la época hablan de que se emplearon una serie de bueyes y una gran polea.
La campana María es la segunda más grande de España, sólo por detrás de la Campana Gorda de Catedral de Toledo, pero la más grande en uso, ya que la de la capital manchega está agrietada y en caso de hacerla sonar, se corre riesgo de que se desprenda.
La campana María desde la otra torre
Cuentan los anales que se le apodó cariñosamente María en honor al a Virgen asociándola a la protección, ya que era la encargada de avisar de la posible llegada de invasores a la ciudad. Hasta mediados del siglo XX advertía a los habitantes de Pamplona de los hechos más relevantes de la ciudad. El campanero de la catedral, que residía en el propio templo, la hacía sonar a mano, batiendo su badajo de bronce de 300 kilos de peso. Antes tenía que subir la escalera de caracol que llega hasta lo alto de la torre tras remontar sus 151 escalones.
Hoy en día, su uso se reserva para las ocasiones especiales: Navidad, Semana Santa y San Fermín. Es precisamente durante las fiestas cuando se producen dos momentos mágicos. El primero, cuando el seis de julio estalla en el cielo el Chupinazo anunciador de las fiestas, y al día siguiente, cada siete de julio, cuando el Cabildo Catedralicio, acompañado de la imagen de San Fermín y de la Corporación Municipal en Cuerpo de Ciudad hacen su llegada a la catedral durante la procesión mientras los gigantes bailan a sus pies.
Pero a lo largo de su historia, la María también ha sido la encargada de avisar de momentos tristes: los fallecimientos de los papas, obispos o reyes; una tradición de «tocar a muerte» que le llevó a ser tañida envuelta en luto hace recientemente poco, cuando las autoridades eclesiásticas decretaron que se hiciera sonar en honor de todos los pamploneses fallecidos durante la pandemia de coronavirus.
Y es que son los miembros del Cabildo quienes programan la actividad de la campana María (y las del resto del conjunto de las torres de la Catedral de Pamplona) y se plasma en un calendario conocido como Gallofa.
Patxi Martínez (izquierda) es campanero desde hace 30 años y Pedro Ros, desde hace 11. Ambos tocan la campana María en honor a los fallecidos por coronavirus el pasado 12 de abril. PABLO LASAOSA
Su sonido ronco, hondo, profundo puede ser escuchado en 12 kilómetros a la redonda gracias al bronce, una aleación de cobre y estaño, que le otorga su característico sonido resonante. Su diseño presenta inscripciones en latín y motivos decorativos, como imágenes religiosas y escudos heráldicos, que le confieren un aspecto estético destacado.
Sus hermanas menores, no en edad todas, pero sí en tamaño, cuentan con sistemas eléctricos de repique modernos, pero ella, y «la Gabriela«, se tocan a mano.
La Gabriela, apodada así en honor al Arcángel San Gabriel, fue fundida en el año 1519, 65 años antes que la María, y con un peso de 2.697 kilos, es la mayor campana en todo el país que se voltea a mano. Es también patrimonio inmaterial y material por su especial particularidad, dado que se toca del revés, en vez de tirar del yugo hacia abajo, se coloca mirando al cielo pamplonés y se comienza a dar impulso desde el yugo hacia el centro de la torre.
Los pamploneses consideran a ambas campanas un símbolo de identidad y las escuchan con reverencia, ya sea desde la distancia o desde los alrededores de la catedral durante las festividades religiosas.
Deja una respuesta